Museo Nacional de Arte

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2016-11-16

Una nueva mirada al arte mexicano: México de los Renacimientos

Sobre la exposición de arte mexicano en el Grand Palais de París

Durante la primera mitad del siglo XX, el arte mexicano vivió un intenso esplendor y se convirtió en un referente internacional: el mundo volteaba a ver a México y nuestro país al mundo.

 

La producción artística y sus exploraciones plásticas fueron fructíferas en distintos ámbitos, no obstante, nombres como los de Diego Rivera o Frida Kahlo alcanzaron tanto brillo que, sin quererlo, ensombrecieron a otros artistas de la época: María Izquierdo, Roberto Montenegro, Nahui Olin, Miguel Covarrubias, Manuel Rodríguez Lozano, entre muchos otros. 

 

Precisamente, la muestra México 1900-1950. Diego Rivera, Frida Kahlo, José Clemente Orozco y las vanguardias, que se presenta hasta el 23 de enero en el Grand Palais de París, busca sacar a la luz a estos creadores y ofrecer un panorama más vasto del arte nacional de ese período.

 

 

“La intención es separarnos de los clichés y profundizar en la realidad del arte mexicano, más allá de la sombra de esos titanes, que han ocultado a varias generaciones de artistas. No se trataba de minimizar su importancia, pero sí de proponer un reequilibrio”, refirió en entrevista con el periódico El País Agustín Arteaga, curador de la exposición y nuevo director del Dallas Museum of Art.

 

Aún como director del Museo Nacional de Arte, Arteaga trabajó esta muestra en colaboración con el equipo del MUNAL: Paulina Bravo y Sharon Jazzán Dayán, en curaduría; Claudia Barragán y Mariana Holguín en coordinación y registro de obra; y María Estela Duarte en el enlace de colecciones. También contó con el apoyo de las distintas áreas de la institución. 

 

Con más de 200 obras de distintos soportes —pintura, grabado, dibujo, instalación, video— y provenientes de diversas colecciones, en esta exposición figuran artistas de gran renombre —como los mismos que ilustran el título y David Alfaro Siqueiros—, otros menos conocidos y algunos representantes de corrientes estéticas poco favorecidas por el canon del arte, como el Estridentismo.

 

"La intención es separarnos de los clichés y profundizar en la realidad del arte mexicano." –Agustín Arteaga

 

“La muestra amplía el horizonte de artistas que gravitan alrededor de estos tres grandes. Al final no podemos negar lo que fueron, pero sí podemos mostrar a quienes innovaron, a la par, en sus propios lenguajes estéticos como Manuel Álvarez Bravo en la fotografía o Sergei Eisenstein en el cine”, refiere Sharon Jazzán, quien acompañó todo el proceso curatorial.

 

Dividida en cuatro núcleos temáticos, esta exposición no sólo enriquece las nociones del arte mexicano en términos estéticos, sino también en parámetros temporales, ya que incluye una selección de piezas de artistas contemporáneos, como Minerva Cuevas, Rafael Lozano o Gabriel Orozco, que están mezclados a lo largo de todo el recorrido.

 

Al respecto, Sharon explica que el límite temporal originalmente planteado era 1949: un año en el que muere José Clemente Orozco y en el que Mathias Goeritz,  arquitecto y pintor mexicano de origen alemán, llega a nuestro país. En ese tiempo el manifiesto “No hay más ruta que la nuestra” de Siqueiros empieza a perder poder y comienza a abrirse un camino hacia el arte abstracto, no figurativo.

 

 

“Las obras de arte contemporáneo y las de Goeritz son guiños. Se intenta remarcar el hecho de que, si bien el arte mexicano en la primera mitad del siglo XX fue un referente mundial, después de la ruptura decayó, pero que hoy hay un regreso con los artistas contemporáneos. Hoy se mira al arte actual del país y por eso es que Agustín Arteaga habla de “un México de Renacimientos”: hubo un gran momento, cayó y ahora renacemos. Estamos todo el tiempo renovándonos”, explica.

 

Los cuatro núcleos temáticos que conforman la muestra son: "Antes de la Revolución", "México y la Revolución", "Las otras caras de la Escuela Mexicana" e "Hibridaciones: Encuentro de dos mundos".

 

“En el primer núcleo se muestra cómo la figura del indígena no fue retomada por Rivera o Siqueiros, sino que ya existía desde antes con la pieza El velorio (1889) de José María Jara”, comenta Sharon. Asimismo se ven las contraposiciones sociales siempre latentes en el país con obras como El retrato de la familia Escandón (1867), que muestra a una de las familias aristocráticas mexicanas.

 

 

Este núcleo también está subdividido en 'Mexicanos en París', que trata de los viajes que hicieron artistas como Rivera o Kahlo a lo que entonces era una de las capitales del arte. “Lo que hay que entender es que no repitieron lo que se estaba haciendo en la vanguardia sino que la exploraron y la rehicieron a partir de un lenguaje propio —explica—, un lenguaje que remite a una idea más local y nacional.”

 

Un claro ejemplo de ello es el Paisaje Zapatista (1913) de Rivera porque es la exploración de un cubismo que alude totalmente a México. Rivera estaba en París cuando sucedió la revolución y desde ahí comienza a registrar estos acontecimientos.

 

En el segundo núcleo México y la Revolución se muestra la obra de los  tres grandes muralistas: Rivera, Orozco y Siqueiros. Las primeras piezas que sobresalen son de Orozco: “Lo que queremos remarcar es que este conflicto armado no fue una utopía social, sino una guerra civil donde murieron muchísimas personas, cosa que, por increíble que parezca, a veces pasamos de largo. Orozco muestra la humanidad de la guerra o, mejor dicho, su deshumanización; sus horrores y su muerte”.

 

 

De este modo, el núcleo abarca diversas caras de un mismo fenómeno: la utopía social imaginada por Rivera —donde hay una idealización del pueblo, de sus fiestas, costumbres y, por lo tanto, un discurso más oficialista—; la lucha proletaria y el discurso ideológico de Siqueiros y un dolor más “real” de lo que fue la revolución.

 

La lucha armada, ya se ha dicho, no fue una cuestión exclusiva de hombres. Las mujeres también tuvieron un papel fundamental tanto en la vida social como en el ámbito artístico. Así, en este núcleo también hay una sección dedicada a 'Las mujeres fuertes', donde se habla de las mujeres artistas que tuvieron una gran calidad y una búsqueda de renovación de lenguaje plástico que no está ligada a los hombres.

 

“Frida Kahlo no fue la única ni la mejor, sin embargo, algo que llama la atención en ella es que logró crear un discurso propio. Pese a la gran fortaleza que tenía Rivera, ella nunca cae en su misma corriente sino que se atreve a hacer algo singular”, comenta Sharon.

 

 

Tina Modotti, María Izquierdo, Nahui Olin, Olga Costa, Rosa Rolanda y Minerva Cuevas son otras de las mujeres que se pueden encontrar en esta sección. Por otro lado, también se habla de mujeres influyentes en la vida artística: mecenas como María Asúnsolo, Dolores Olmedo o Guadalupe Marín que impulsaron el arte mexicano y aparecen retratadas.

 

En Las otras caras de la Escuela Mexicana básicamente se muestra que el muralismo y la Escuela Mexicana de Pintura no eran lo único que estaba sucediendo en la escena mexicana.

 

“Había otras corrientes paralelas”, comenta Sharon, “el mismo año que Rivera pintaba su mural de La creación sale el Manifiesto Estridentista, en 1921: uno se va hacia la utopía y el otro se encuentra de otra forma con las vanguardias. El Estridentismo remite al futurismo, ultraísmo, hay una supremacía de la urbe, y el vínculo del cuerpo con la máquina. Propuestas que no se apegaban a las ideas de los muralistas.”

 

"Una de las grandes aportaciones de esta exposición es que se deje de ver el arte mexicano como un folclorismo." –Sharon Jazzan

 

Finalmente, en el último núcleo se muestra la relación que existió entre México y Estados Unidos, donde éste último retomó el “realismo social” de los muralistas y se impregnó de él. “Rivera, Orozco y Siqueiros viajaron mucho a este país. Siqueiros incluso abrió el taller de arte experimental a donde fue Jackson Pollock,” cuenta Sharon. En esta parte también se muestra el surrealismo y la llegada de muchos artistas a México donde incorporaron ideas totalmente mexicanas a su propio lenguaje, como es el caso de Remedios Varo, Leonora Carrington o Wolfgang Paalen.

 

“Los mexicanos tienen un estilo singular y local que es a la vez universal. Una de las grandes aportaciones de esta exposición es que se deje de ver el arte mexicano como un folclorismo o un cliché. Fue igual de vanguardista y propositivo que el de otros países. No es que haya sido mejor, sino que simplemente fue distinto, porque estamos hablando de diferentes países. No buscamos hacer una nueva historiografía del arte mexicano, sino más bien de ampliarla. Queremos ampliar las nociones que se tienen del arte nacional”, concluye Sharon.

 

 

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