Museo Nacional de Arte

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Pieza del mes - febrero 2024

2024-02-05

Baltasar de Echave Ibía, el de los azules 

(Ciudad de México, México, hacia 1595 – 1644) 

 

Tota Pulchra 

1620 

Óleo sobre tela

Museo Nacional de Arte, INBAL

 

380 aniversario de fallecimiento

 


 

Entre las grandes dinastías de pintores novohispanos, la de los Echave ocupa un lugar ejemplar. Manuel Toussaint distinguió al segundo miembro de la generación, vinculado con paisajes de tonalidades azulosas, como el “Echave de los azules”. En el caso de esta Tota Pulchra o Virgen inmaculada, se han identificado los pinceles del padre y del hijo, es decir, de Echave Orio y de Ibía; al primero se le atribuye la ejecución del rostro, y al segundo la santa imagen y la simbología lauretana. Dice Toussaint: lo que no tendría nada de extraño, antes bien justo eso sería lo que cabría esperar en el cerrado mundo gremial de la época vigente en Nueva España, en el que los maestros contaban con una serie de ayudantes en su taller, entre los cuales obviamente estaban sus propios hijos.

 

Para el investigador Rogelio Ruiz Gomar, la concepción inmaculada de María encuentra sus fundamentos en la teología medieval, especialmente en las tesis de la orden franciscana, que vendría a ser exaltada por la Compañía de Jesús en el siglo XVI. 
 

Electa ut sol [brillante como el Sol] y Pulchra ut luna [bella como la Luna], María aparece en esta composición virreinal como símbolo de pureza, vestida de Sol y coronada por doce estrellas, como la refiere el apóstol san Juan en el Apocalipsis. La Virgen está enmarcada por las devociones lauretanas –espejo, azucena, escalera, torres, puerta y fuente–, que la ponderan sin mácula sobre la representación demoníaca –herencia de los llamados bestiarios– que aparece bajo su planta. Para el investigador Jaime Cuadriello: […] estos seres pisciformes encarnaban el “vicio de la carne” y que es el motivo causal del pecado original. Con referencias al Cantar de los cantares y a otras fuentes del Antiguo Testamento, los Echave representaron, en distintas versiones conocidas, la devoción inmaculista que, sin embargo, habría de encontrar su refrendo papal hasta bien entrado el siglo XIX.